Por: Don Alejo Corazón.
Hoy 11 de septiembre, recordamos con tristeza, los atentados terroristas perpetrados en los Estados unidos de América el 11 de Septiembre del 2.001. Esos trágicos acontecimientos, nos hicieron extremecernos a la mayoría de los seres humanos pacíficos y mansos de corazón, porque constatamos que lamentablemente el mundo no está regido por una asamblea de sabios, de místicos e iniciados, sino que, está influenciado e inducido hacia la violencia, por causa del odio, por parte de una manada de aves de rapiña que fieramente se pelean por el dominio de sus riquezas, justificándose ideológicamente para sostenerse en sus planes en medio de sus miserias.
Hoy 11 de septiembre, recordamos con mucho pesar, a las miles de víctimas que injustificablemente murieron aquel día desafortunado para la historia de la humanidad. Desde aquí elevamos nuestras plegarías por el descanso eterno de las almas de todos los fallecidos. Le pedimos con infinita fe a Dios misericordioso, les otorgue fortaleza y resignación a los compatriotas y familiares, de todos los seres humanos inocentes que murieron el 11 de septiembre del 2.001 en los atentados terroristas. Especialmente, imploramos la poderosa protección de Dios para todos los niños que quedaron huérfanos ese inolvidable 11 de septiembre.
El 11 de septiembre del 2.001, es y será inolvidable por siempre para la humanidad. Deberíamos mantenerlo indeleble, imborrable siempre en la memoria colectiva; pero no sólo para entristecernos al conmemorarlo con dolor cada 11 de septiembre; sino que también para inspirarnos positivamente, para tener fe y esperanza en el futuro, y así continuar luchando siempre, por construir juntos un mundo de paz, por encima de la violencia, el odio, la guerra y la muerte que algunos pretenden imponernos.
Inolvidable ha de ser entonces ese dantesco acontecimiento, que ha de llamarnos a todos los espíritus humildes y pacíficos que existen en la humanidad, a reflexionar profundamente, sobre el mundo que necesitamos y nos conviene edificar en el futuro, para lograr hacer conciencia y actuar decididamente en pro de cristalizar logros concretos, y así sostener en el tiempo inquebrantables los más nobles valores que pregonan y defienden la hermandad, la fraternidad, la convivencia, la tolerancia, la civilidad, la justicia y la paz entre los seres humanos distintos y diversos. Principios inmutables y eternos que deberían inspirarnos y movernos enérgicamente siempre a los humanos de buena voluntad y mansos de corazón, para actuar efectivamente en favor del colectivo.
Hoy 11 de septiembre, recordamos con tristeza, los atentados terroristas perpetrados en los Estados unidos de América el 11 de Septiembre del 2.001. Esos trágicos acontecimientos, nos hicieron extremecernos a la mayoría de los seres humanos pacíficos y mansos de corazón, porque constatamos que lamentablemente el mundo no está regido por una asamblea de sabios, de místicos e iniciados, sino que, está influenciado e inducido hacia la violencia, por causa del odio, por parte de una manada de aves de rapiña que fieramente se pelean por el dominio de sus riquezas, justificándose ideológicamente para sostenerse en sus planes en medio de sus miserias.
Hoy 11 de septiembre, recordamos con mucho pesar, a las miles de víctimas que injustificablemente murieron aquel día desafortunado para la historia de la humanidad. Desde aquí elevamos nuestras plegarías por el descanso eterno de las almas de todos los fallecidos. Le pedimos con infinita fe a Dios misericordioso, les otorgue fortaleza y resignación a los compatriotas y familiares, de todos los seres humanos inocentes que murieron el 11 de septiembre del 2.001 en los atentados terroristas. Especialmente, imploramos la poderosa protección de Dios para todos los niños que quedaron huérfanos ese inolvidable 11 de septiembre.
El 11 de septiembre del 2.001, es y será inolvidable por siempre para la humanidad. Deberíamos mantenerlo indeleble, imborrable siempre en la memoria colectiva; pero no sólo para entristecernos al conmemorarlo con dolor cada 11 de septiembre; sino que también para inspirarnos positivamente, para tener fe y esperanza en el futuro, y así continuar luchando siempre, por construir juntos un mundo de paz, por encima de la violencia, el odio, la guerra y la muerte que algunos pretenden imponernos.
Inolvidable ha de ser entonces ese dantesco acontecimiento, que ha de llamarnos a todos los espíritus humildes y pacíficos que existen en la humanidad, a reflexionar profundamente, sobre el mundo que necesitamos y nos conviene edificar en el futuro, para lograr hacer conciencia y actuar decididamente en pro de cristalizar logros concretos, y así sostener en el tiempo inquebrantables los más nobles valores que pregonan y defienden la hermandad, la fraternidad, la convivencia, la tolerancia, la civilidad, la justicia y la paz entre los seres humanos distintos y diversos. Principios inmutables y eternos que deberían inspirarnos y movernos enérgicamente siempre a los humanos de buena voluntad y mansos de corazón, para actuar efectivamente en favor del colectivo.
Siempre seremos optimistas, tenemos esperanza en que la humanidad podrá alcanzar algún día la paz, por la acción eficaz de la mayoría pacífica.
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